El cáncer consiste básicamente en una serie de células normales, que hay en algún órgano de nuestro cuerpo, que pierden la capacidad de controlar su reproducción, multiplicándose sin control. Hay cánceres que crecen muy lentamente y además disponemos de alguna prueba diagnóstica no agresiva, que nos permite observar sus cambios en etapas muy iniciales. Esto sucede con el cáncer del cuello del útero. Con la práctica de citologías periódicas (habitualmente cada tres años) podemos garantizar una probabilidad minimísima de que este cáncer acabe con la vida de alguna mujer.
Esto no sucede con el cáncer de ovario. Este cáncer evoluciona muy rápidamente. Se ha estudiado la utilidad de los controles periódicos con ecografía ginecológica o/y con análisis de sangre de marcadores tumorales (substancias que se encuentran en el cuerpo de personas que tienen algunos tipos de cáncer). Ninguno de estos estudios ha demostrado que las mujeres que se hacen estos controles tengan menos posibilidades de tenerlo o tengan más probabilidades de supervivencia, en el caso que lo tengan, que las mujeres que no se hacen estos controles.
Sin embargo, hay muchas mujeres que se hacen estos controles. Realizarse pruebas diagnósticas que no se han demostrado útiles para el objetivo para el que fueron diseñadas suele ser perjudicial para la salud.. Una ecografía transvaginal realizada en una mujer sana, tiene altas probabilidades de hallar cambios funcionales o benignos, sin consecuencias para la salud. Los marcadores tumorales de cáncer están elevados en muchas condiciones benignas, que no tienen nada que ver con el cáncer. Ambas situaciones generan además de angustia, la necesidad de pruebas más agresivas para confirmar o descartar patología más grave o tratamientos innecesarios. Ambos pueden tener efectos secundarios graves.
Trótula quiere explicarte porqué la prevención del cáncer de ovario con controles ecográficos ginecológicos y marcadores tumorales, debe realizarse sólo en situaciones muy especiales.